sábado, 27 de noviembre de 2010

El tiempo como un suspiro

Ayer escribía esto, pero no me dio tiempo de poestarlo… en fin, ahí les va…

Hoy cumplí 25 años y anoche (mientras trataba de derrotar al insomnio que esta semana no me ha permitido levantarme temprano) llegaba a las siguientes conclusiones. Un año es un modo corto de llamarle a la vuelta que le da el planeta al sol. De ese modo que he vivido poco más de 25 vueltas (no sé si debería sentirme mareado) con un equivalente en kilómetros de 23 250 millones de kilómetros, que según acabo de descubrir, si los recorriera en línea recta, ni siquiera habría alcanzado a llegar a otra estrella (Alfa Centauri [la estrella más cercana] esta 37 billones de km. de distancia).

Viendo unos múltiplos sencillos, hace 4 veces 25 años inició la revolución mexicana y hace 8 veces la misma cifra, inició la independencia de este país (México). Y si a esas vamos, si cuatro veces 25 hacen 100, hace a penas solo 80 veces 25 en Teotihuacan cantaban (sin acento pa’ mejorar su pronunciación en náhuatl) y Roma estaba en su esplendor. Y si duplicamos esa cifra, hace 160 vueltas ya había egipcios, mayas e incluso todavía había mamuts (hace unos 4000 años). Pareciera solo un suspiro.

Encontré por ahí un sitio en la web que dice que hace 10, 000 años no había nadie de ojos azules. Ahora, si multiplicamos esa cifra por 250 nos saldría algo así como 2,5 millones de años, época para la cual ya había hombres (más parecidos a los changos), pero ya hombres al menos visiblemente en aspecto (digo, porque parece que otros se han detenido hace unos 100 mil años en su evolución), había hace unos 200,000 años, o sea, si multiplicamos mi edad por 8000; o sea, hace 8000 dantes (nueva unidad de medida) ya había hombres (arcaicos, pero hombres).

Bueno, si hace 2.5 millones de año ya había hombres-chango (como algunos conductores que encontramos en las avenidas) esa cifra la multiplicamos por 26 nos da que hace 65 millones de años pelaron gallo los dinosaurios (o sea, hace 65 millones de vueltas) y dino no pudo haber convivido con Pedro Picapiedra ni con Pablo Mármol.

Si notan errores de cálculo, obvio, yo no soy matemático, ni historiador, ni nada, solo no podía dormir y me andaba viajando… chido one!! (Tampoco ensayista, así que no pidan referencias)…

sábado, 13 de noviembre de 2010

Experiencias laborales



Hace casi 2 meses, encontré una oportunidad de empleo en la ciudad de México, en un despacho de arquitectos que se dedica la proyección de edificios para instituciones privadas. Después de realizar un “examen” se me ofreció una cantidad de dinero para “empezar”.

Uno tiende a idealizar, ya había estado en despacho de arquitectura y las labores que desempeñaba hacían que el tiempo se me pasara rápido. Cambiar de aires es una experiencia que anteriormente me ha funcionado y gustado, además la parte sur de la ciudad se me hace más limpia y agradable, esa ciudad me ha atraído por lo que encuentro en ella que en mi cercana ciudad provincial no hay, como espectáculos, conciertos, buen cine, etc. Aunque la paga era poca, la frase “para empezar” es esperanzadora, eso unido a un horario de nueve a siete y algunos sábados, no sonaba tan incomodo, además de que podría avanzarle a mi tesis saliendo de trabajar, algunos días ir a la cineteca nacional o a alguno de los eventos que se realizan en los espacios culturales de la UNAM que me quedaba a pocas estaciones de metrobus.

Inicié 4 días antes de terminado el mes de Septiembre, iba y venía en auto, haciéndome hora y media (el mismo tiempo que hacen mis compañeros de oficina en trasladarse dentro de la ciudad). Me cansaba mucho y siempre quise mudarme, busque un cuarto cerca de la oficina para llegar caminando y no gastar ni tiempo ni dinero en transporte (los chilangos están acostumbrados a invertir mucho tiempo en ello). Pensaba en aquella canción de the smiths, “so strange”. Le pedí una ayuda económica a mi madre, guardé unas ropas y me instalé en una habitación con baño propio en una casa de los años cincuenta, a diez minutos del centro de Tlalpan caminando, a 5 de la avenida Insurgentes, negocié con el Sr. Alejandro un descuento en la renta, sin depósito y además me prestó un frigo.

Los días empezaron a correr, un par de semanas se me hicieron eternas, otro par rapidísimas, las labores de maquila de planos para proyecto ejecutivo las realizaba mecánicamente. Los compañeros todos nuevos excepto el Jefe inmediato me parecía algo sospechoso. A la primera semana que estuve corrieron a un arquitecto treinton que llevaba 15 días, después de haber velado en la oficina y no haber logrado terminar algo a tiempo. Una semana después era yo quien estaba velando. El horario obvio no era de nueve a siete sino que se extendía hasta las diez o doce de la noche, (claro había algo de tolerancia para llegar algunos minutos tarde). Y no era solo algunos sábados, sino hasta un ¡domingo!

Un Arquitecto pasante, instruido en lo que a la escuela se refería pero ignorante en lo demás, se comenzó a burlar de mi falta de experiencia y de las cosas que a él y su pequeño mundo iztalapense le parecían chistosas. Había otro muchacho estudiante de la UNAM que había logrado ganarse la admiración del jefe por su manejo de un software. A las dos semanas llegó un muchacho entusiasta de Acapulco, con otro un tanto pasivo pero bien hecho.

Después de 3 semanas y dos semanas ya no tenía dinero y no había podido volver a mí casa dada mi esclavitud, tenía un “problema” que no puedo describirles, pero créanme es serio y me tiene preocupado y me sentía de algún modo impotente. No podía hacer tesis, y después de varios desvelos a presión algunas veces el ambiente me parecía insoportable y mi ánimo comenzó a decaer. No salía de la oficina más que para dormir y salía de mi cama solo para ir a la oficina, el horario a veces fue de ocho de la mañana a una de la tarde del día siguiente. Mi jefe inmediato de treinta y seis años, tenía un problema de obesidad y enfermo de gota y yo no me quería ver enfermo a esa edad. Dormía mal, el estrés de los jefes se me contagiaba, no podía hacer ejercicio, no tenía ni tiempo ni dinero para algún tipo de recreación, además arrastraba la culpa del problema que había dejado atrás. En ratos no soporté más y decidí que eso no era vida y alguna otra alternativa tenía que haber. No iba a venderles mi salud por tan poco. Algunas veces les hice propuestas para trabajar de otro modo y no fui escuchado.


En mi última semana, me desvelé de sábado a domingo, de lunes a martes y de jueves a viernes. Para esa fecha me debían un mes y cuatro días, la jefa me dijo que solo me daría el mes, cuando le pregunté de mis cuatro días me dijo una y otra vez “solo te los doy si yo quiero” y que solo me daría dos días más si renunciaba (sospecho que lo dijo así, porque cometí el error táctico de decirle a mi jefe inmediato que pensaba dejar el empleo y el debió haberlo comentado), así que le dije que si quería mis dos días (en vista que era inútil pedirle los 4), y pues si no quería pagarme los días que efectivamente había trabajado, evidentemente mucho menos me pagaría horas -que digo horas- ¡días! extras. Salí de esa oficina molesto pero tranquilo de dejar un esfuerzo que hasta el momento no me llevaba a ningún lado.

He hablado con jóvenes profesionistas de mi generación, una amiga nutrióloga, un administrador, arquitectos, y tal parece que el panorama laboral así es, no existe ni Dios ni los contratos. No existen más las jornadas laborales de 8 horas sino de vidas completas. La iniciativa privada busca sacar el mayor jugo de los trabajadores a costa de la menor inversión y las personas pasan meses sin encontrar empleo. Esto esta jodido.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Medir y el principio de la locura

La otra noche, oyendo radio la colifata, escribí esto.

Todo lo humanamente conocido es conocido en partes, razones. Los humanos partimos la realidad en cachitos para comprenderla, y entre más pequeñas sean las razones, mayor desarrollo técnico y filosófico habrá.

Razonar es el acto de dividir la realidad. ¿Si uno dejara de razonar entonces se convertiría uno en un soquete? No lo creo. ¿Será imposible ver la realidad como un todo? ¿Buscar la visión de lo inconmensurable? lo que no tiene razón ni medida. En esta búsqueda ¿uno deja de ser razonable, ¿de razonar? ¿será la locura partir en búsqueda de aquello?