lunes, 19 de abril de 2010

Mango













A continuación, algo que escribí por estas fechas el año pasado... Feliz temporada de mangos!!


El mango I

Color cálido, aromático, para gozar de su cuerpo cachondo, de carne suave, una piel que se antoja quitar con los dientes. De mi apetito, lo más sensual que conozco. Tomarlo con las manos, batirse con su jugo los dedos, las palmas, el borde de la boca, los labios, las mejillas, dejar que un hilo baje lentamente hasta mi barbilla. Lamer luego todo lo posiblemente lamible para que nada de esa miel se escape. Me gusta chuparme los dedos si es de ese jugo, hasta quedarme un poco pegajoso es darme cuenta que estoy vivo, después del goce de comerlo.

El mango II

El mango, si lo comes cuando no debes tiene una resina que te saca granos en los bordes de la boca. Fruta prohibida que castiga al quien no la conoce. Esos que escribieron la biblia debieron haberse equivocado, la manzana, una bolita que cuelga de un árbol, templada, minimalista, hasta cierto punto el estereotipo de fruta, me parece aburrida. Ah! Un mango, amarillo y brillante, tropical que cuelga dejando lo más delgado hacia abajo. De hueso extraño y carne suave, blanda, sensible, frágil como una mujer. Eva; dame mango, al carajo las manzanas.

La fruta

El otro día se me antojó una fruta, de buen color y buen olor, jugosa por excelencia. Prometedoramente dulce, miel que solo imaginaba. Y de pronto la pruebo solo un poco.

Una fruta que exige ser comida, no solo a mí, sino a cualquiera que tuviera el atrevimiento de intentarlo y seducirla con el canto, con la risa, el tacto y los labios. Una fruta que aunque parecía prohibida de pronto me di cuenta que seguro no me sacara granos en la boca. ¡Yo quiero granos en la boca! Comer lento y saborear lento y merecer un castigo por profanar lo divino. No estoy listo para las prisas, el placer de mi gusto no reside ya en el atascón, sino en el deleite lento, suave. Que pruebe quien sea esa carnosidad, no importa, pronto mi imaginación la habrá olvidado.

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